Jornada en el Banco Nación
El derecho de sentirse protegido (Parte 2)
El pasado miércoles 15 de marzo se llevó a cabo, en el Banco Nación, la jornada La Salud y la Seguridad en el trabajo es un derecho, orientada a discutir básicamente sobre la accidentología laboral, un problema con repercusiones en diferentes sectores tanto a nivel económico como social. Ya instalado como una tendencia alcista, un modelo de seguro confiable y efectivo resulta fundamental.
El pasado miércoles 15 de marzo se desarrolló, en el Salón Auditorio del Banco Nación, la jornada “La salud y seguridad en el trabajo es un derecho”, desarrollada con el fin de debatir y analizar la actualidad de un problema que llega a repercutir en múltiples sectores: la accidentología laboral. A través de reconocidos especialistas como, por ejemplo, Stefan Zimmer –Responsable de la Unidad de Política Social Internacional de la Confederación de Entidades de Seguros y Prevención de Riesgos Profesionales de Alemania-, Emilio Castejón Vilella –Experto del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo de España- y Ignasi Fina Sanglas –Consejal Ponente de Salud Pública del Ayuntamiento de Barcelona-, se indagó acerca de una problemática que está empezando a convertirse en centro de atención tanto en nuestro país como también en otras partes del mundo.
Evidentemente, todo lo relacionado con siniestralidad laboral adquiere, en estos días, una dimensión importante. Sectores empresariales y distintos actores del poder económico en general se encuentran actualmente en estado de alerta a raíz de un proyecto del gobierno que incluye la modificación de la ley de Riesgos de Trabajo en algunos puntos que son más que sensibles para estos grupos, como el reclamo de doble vía y el tope de indemnizatorio. En medio de un contexto marcado por una creciente tensión entre estos grupos y el gobierno, apuntar a un tratamiento serio sobre los accidentes de trabajo en la actualidad aparece como imperativo a la hora de hallar la solución base para su total erradicación que es, básicamente, la prevención.
Sin embargo, hay que aclarar que, si bien este tema está adquiriendo una dimensión diferente en los últimos tiempos, la inseguridad laboral se presentó como un punto de alto grado de preocupación desde el comienzo de la era industrial. En ese momento, el flagelo repercutía y afectaba sólo al trabajador. Con el transcurso de la historia y el nacimiento de las primeras leyes de regulación laboral, las cuales incorporaban al trabajador en un rol de responsabilidad sobre los diferentes ámbitos de trabajo, la accidentología laboral empezó a preocupar también a los empleadores y empresarios en general, sobre todo por los montos indemnizatorios que debían invertir como consecuencia de cada incidente.
Sin dudas, la siniestralidad laboral aparece como un producto propio de la revolución industrial. Si bien se han llegado a registrar trabajadores víctimas de accidentes o enfermedades ocurridas en ocasión del trabajo desde las épocas más incipientes de la economía mundial, el problema empieza a adquirir otra jerarquía a raíz de características propias del modelo liberal que comenzó a instalarse en los países avanzados desde el siglo XVIII como son, por ejemplo, la puja entre el sector sindical y el empresarial. Según Castejón Vilella, tres características propias de la era industrial como son la salarización, la alta concentración de energía y la alta concentración de personas son los factores que más influyen en el deterioro de salud advertido en los trabajadores. Con la instalación del incremento en la tasa de siniestralidad laboral como tendencia cierta, empezaron a surgir ciertas medidas y organizaciones que hoy se perciben como la antesala del sistema de aseguramiento que rige en gran parte del mundo occidental. Sociedades de socorros mutuos y sindicatos que lograban actuar como agentes de reivindicación son algunas de las más importantes. Sin embargo, y más allá de los extraordinarios logros que han conseguido en materia de derechos y garantías para el sector laboral, el tema de la reparación del daño permaneció durante mucho tiempo como una asignatura pendiente. El sistema de seguro surge, entonces, como una solución frente a este déficit mostrado por los diferentes marcos regulatorios.
Por supuesto que existen varios tipos de seguros destinados al riesgo laboral, los cuales varían según el país de aplicación. Los resultados también son variables y corresponden a una relación multicausal, aunque es prácticamente unánime calificar al modelo alemán como el más exitoso.
En términos generales, se puede decir que existen tres tipos básicos de aseguramiento: el estatal, el privado y el mixto. Bajo el primero se agruparon países como Irlanda y el Reino Unido. Bajo la órbita privada se encuentran, por ejemplo, España y Finlandia, mientras que en el régimen mixto se ve a Bélgica, Dinamarca y Portugal. Hay que decir también que en el continente europeo se advierten países que no cuentan con un sistema de seguro específico, entre los que se destacan Grecia y Holanda. En nuestro país se aplicó, desde principios de la década pasada, el sistema privado de seguro laboral, desarrollado a través de las Aseguradoras de Riesgos de Trabajo (ART) y cuyos resultados están más que cuestionados por múltiples sectores del área gremial, empresarial y económica. El sistema español, otro edificado sobre las bases de la estructura privada, muestra deficiencias importantes también, hecho que queda demostrado en el aumento del grado de siniestralidad que se aprecia en el país ibérico. De hecho, Castejón Vilella lo considera como un modelo no imitable, sobre todo por el escaso énfasis que se aplica a tareas de prevención, imprescindible a la hora de solucionar de manera profunda un problema que afecta tanto al trabajador que se transforma en víctima como también al empresario que debe asumir los costos indemnizatorios por el accidente. Un aspecto interesante del modelo español son, tal como lo explica Fina Sanglas, los denominados Centros de Salud Laboral, desarrollados hace 25 años con el fin de brindar cobertura médica al trabajador en el mismo lugar de trabajo. Sin embargo, a pesar de ser obligatorio para todas aquellas empresas con más de 100 trabajadores, en la ciudad de Barcelona, por ejemplo, el 80% de las organizaciones no lo cumplen. Además de esto, hay que agregar que la mayoría aplica una medicina laboral más asistencial que preventiva, por lo que se empieza a caer en una serie de fallas que hacen a la disfuncionalidad del modelo.
Es evidente que, en un contexto de inseguridad laboral creciente, la necesidad de un sistema de aseguramiento efectivo y confiable se convierte, junto con un conjunto de tareas dedicadas a la prevención, en imprescindible a la hora de terminar con un flagelo que afecta a la sociedad en su conjunto.
Salomé Zamora