Enfermedades profesionales: el desafío es su visibilidad
¿Son los trabajadores argentinos los más sanos del mundo?
En la Argentina se denunciaron 8.055 enfermedades profesionales durante el año 2004, lo que representa sólo 1,6% del total de casos notificados, que asciende a 494.847 accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, sobre una población cubierta por el sistema de riesgos del trabajo de 5,3 millones de trabajadores. Estos datos fueron aportados a la Superintendencia de Riesgos del Trabajo por las distintas aseguradoras (ART) y Empresas Autoaseguradas. Pero en contraste con lo que ocurre en países más desarrollados: ¿estos resultados ponen al descubierto que las enfermedades profesionales en la Argentina no se diagnostican ni se tratan como tales? ¿Están ausentes o son ignoradas?
Para el superintendente de Riesgos del Trabajo, Dr. Héctor Verón, “hoy no podemos decir que tenemos los trabajadores más sanos del mundo. Sí que existe un subregistro de enfermedades provocado por la falta de reconocimiento de la enfermedad como producto de malas condiciones de trabajo, o sea que el problema es un deficiente diagnóstico y detección tanto por parte de las ART como de los médicos que reciben al trabajador enfermo. Esto provoca que sean tratadas como enfermedades inculpables y su contención escape del sistema de riesgos del trabajo, recayendo en los sistemas de salud tanto públicos como privados”.
En la Argentina, las enfermedades profesionales son las que están reconocidas por la ley y listadas en los decretos Nº 658/96 y Nº 1167/03, en los cuales se especifican los agentes de riesgo, las enfermedades que provocan y las actividades que pueden generarlas.
Las normas citadas estipulan más de 100 agentes causantes de enfermedades profesionales, como por ejemplo las posiciones forzadas y gestos repetitivos en el trabajo, sobrecarga del uso de la voz, vibraciones de cuerpo, ruido, calor, virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), fluor, alcoholes, cetonas, asbesto, plomo, sílice, radiaciones ultravioletas, algodón y otras fibras vegetales, sustancias sensibilizantes de las vías respiratorias, entre otros, que están identificadas en más de 350 actividades laborales que pueden generar exposición.
De estos agentes se desprenden casi 400 enfermedades diferentes que van desde varios tipos de cánceres, candidiasis, herpes, hepatitis, anemia, alteraciones hepáticas, síndromes febriles, insuficiencia renal, quistes, neumonía, diarreas, meningitis, tuberculosis, brucelosis, trastornos auditivos, dermatitis, intoxicaciones, conjuntivitis, asma, caries, fibrosis pulmonía, trastornos reproductivos, disfonía, tendinitis, epicondilitis, hipoacusia, bronquitis, etc.
Sin embargo, en la Argentina, si se distribuyen las enfermedades según diagnóstico (Clasificación Internacional de Enfermedades por Grandes Grupos), se observa que las enfermedades vinculadas a patologías del oído ocupan el primer lugar, concentrando el 54,8% de los casos notificados en el año 2004. Estas patologías, las hipoacusias, se encuentran contempladas dentro del “Fondo Fiduciario de Enfermedades Profesionales” (Decreto 590/97 y Resolución SSN Nº 29323), cuya finalidad es dar cobertura económica a este tipo de dolencias laborales.
Seguidamente, y en orden decreciente, se ubican las enfermedades del sistema respiratorio (20,6%), enfermedades del sistema osteomuscular y del tejido conjuntivo (8,4%), y en tercer lugar los traumatismos, envenenamientos y otras consecuencias derivadas de causas externas (5,8%).
Principales enfermedades profesionales según la Clasificación Internacional de Enfermedades por Grandes Grupos. República Argentina; año 2004
A su vez, las estadísticas internacionales muestran que las enfermedades profesionales en países o regiones cuyos sistemas productivos son parecidos al de la Argentina, presentan una mayor participación dentro del número total de lesiones laborales informadas. En nuestro medio no se han observado cambios sustanciales en la incidencia de las enfermedades profesionales desde 1999.
“Evidentemente, pensar que sólo el ruido es un factor de riesgo determinante de una enfermedad laboral, es mirar a un costado, o directamente convertir en invisible a los lugares de trabajo donde existen metales, solventes, plaguicidas, polvos, especialmente el sílice, amianto, cancerígenos, entre otros. Y esto es responsabilidad del estado que debe controlar, los empresarios que deben proteger la salud de sus trabajadores y de las ART que tiene que evaluar los riesgos, asesorar al empleador y realizar los exámenes periódicos en salud”, resalta Verón.
Por otra parte existen otras enfermedades no incluidas en el listado argentino, que la Organización Mundial de la Salud denomina enfermedades relacionadas con el trabajo, como por ejemplo aquellas vinculadas al estrés y a la fatiga (como agente iniciador del estrés). Sin embargo, aclara Verón “el Sistema de Riesgos del Trabajo prevé que si existe una sospecha de que alguna enfermedad no listada es producida por el trabajo, se denuncie ante la ART, y en definitiva las Comisiones Médicas evaluarán si se reconoce como enfermedad profesional para ese caso particular”.
A propósito, la SRT trabaja en el reconocimiento comunitario del carácter profesional de una enfermedad a través de varias acciones diferenciadas. Una de ellas consiste en fortalecer la gestión, a través de la implementación del “Registro de Enfermedades Profesionales” (Resolución 840/05), que recaba información acerca del empleador y el establecimiento de trabajo; datos socio demográficos del trabajador enfermo; diagnóstico de la enfermedad de acuerdo a codificaciones internacionales; puesto de trabajo; agentes causantes y agentes materiales asociados.
También, desde la superintendencia se continúa con los programas de capacitación, “porque entendemos que los trabajadores deben cuidar su propia salud y denunciar toda enfermedad profesional ante su empleador o su ART, para que entre todos empecemos a darle visibilidad a esta problemática. Y desde la Superintendencia seguiremos verificado el cumplimiento de la obligación de las ART de realizar los exámenes periódicos en salud, a los cuales son bastantes reticentes”, enfatizó Verón.
Por otro lado, el superintendente manifestó que “abogamos por una mejor capacitación de los profesionales de la salud, y creemos que hay que modificar los contenidos curriculares de pre y postgrado de las facultades de medicina, sean públicas o privadas, incluyendo la temática del impacto del trabajo sobre la salud de la población. Para poner un ejemplo claro: creo que no puede ser que cuando llega un paciente al consultorio médico no se le pregunte en qué trabaja y con qué trabaja, hecho fundamental para anotar en la historia clínica y comenzar a detectar las enfermedades. Al respeto, existe un axioma en la clínica médica que sostiene que “no se diagnostica lo que no se sospecha”.
De modo que “el reconocimiento de las enfermedades profesionales se convierte en un indicador de condiciones de trabajo nocivas que deben ser modificadas para evitarlas, es decir que, además de generar derechos a compensación al trabajador enfermo, es en una herramienta más de la prevención. Convengamos, que la enfermedad laboral sufrida por un trabajador en su medio ambiente de trabajo, en general, funciona a manera de evento centinela, y es muy probable que sus compañeros también estén expuestos a la misma situación de peligro”, concluye Verón.
Trabajadores cubiertos e índice de incidencia de las enfermedades profesionales por cada 1.000 trabajadores. República Argentina, período 1996 – 2004