Enfermedades profesionales en Argentina
A pesar de los números, una lenta agonía
Según un informe elaborado por la Superintendencia de Riesgos de Trabajo, Argentina registra números más bajos que los países desarrollados en lo referente a enfermedades de origen laboral. Sin embargo, factores relacionados con las características en la producción y el ritmo de vida contemporáneo colocan estas estadísticas bajo un signo de interrogación.
Es indudable que, en una época marcada por un desarrollo científico y tecnológico realmente notable, el hombre moderno se enfrenta cada día a una serie de cambios que encuentran una repercusión importante en múltiples aspectos de la vida cotidiana. Más allá del innegable avance que se ha logrado en temas como, por ejemplo, calidad de vida, resulta evidente también que esta evolución ha logrado instalar aspectos más que negativos. Uno de los más significativos es, sin dudas, el retroceso que se advierte en materia de seguridad laboral.
Si bien desde el inicio de la era industrial, hace ya más de dos siglos, se han registrado una serie de accidentes o enfermedades relacionadas con el mundo del trabajo, el progreso técnico que caracteriza a los siglos XX y XXI ha provocado que diferentes especialistas hayan advertido sobre la necesidad de modificar y ampliar estos conceptos. De este modo, nuevas enfermedades están siendo consideradas consecuencia directa de la actividad industrial y productiva.
En Argentina, este universo es amplio y complejo. Más allá de las diferentes crisis económicas que afectaron al sistema productivo de nuestro país, es evidente que los casos de siniestralidad laboral se encuentran en franco ascenso, hecho demostrado no sólo en el aumento de la accidentología laboral sino, también, en la presunción sobre el incremento en el número de enfermedades producidas a raíz del ambiente de trabajo.
Si bien, según datos otorgados por la Superintendencia de Riesgos de Trabajo (SRT) la cantidad de denuncias realizadas por casos de enfermedades profesionales es relativamente baja, la certeza de que el porcentaje de trabajadores afectados por este flagelo es mucho mayor está absolutamente instalada. Según informa la SRT, durante el año 2004 se denunciaron 8055 casos de enfermedades profesionales, dato que representa sólo el 1,6% del total de casos notificados, que ascienden a 494847 accidentes de trabajo y enfermedades profesionales sobre una población de 5,3 millones de trabajadores activos. Estas estadísticas, que fueron relevadas en primera instancia tanto por las Aseguradoras de Riesgos de Trabajo (ART) como por las empresas autoaseguradas, coloca bajo la órbita del debate la realidad de los mismos e instalan la pregunta sobre si es posible un porcentaje tan bajo de siniestralidad laboral en un país con las características productivas que presenta Argentina actualmente. A esto se debería agregar, también, el acelerado ritmo de vida que presenta gran parte del mundo occidental.
La legislación argentina contempla, a través de los decretos Nro. 658/96 y 1167/03, más de 100 agentes de riesgo –expuestos en más de 350 actividades- y casi 400 enfermedades de origen laboral. Según esta normativa, factores como, por ejemplo, sobrecarga en el uso de la voz, vibraciones de cuerpo, ruido, calor, cetonas, plomo y radiaciones ultravioletas pueden llegar a causar enfermedades como cánceres, herpes, hepatitis, anemia, neumonía, diarreas, meningitis, trastornos auditivos y reproductivos, dermatitis y bronquitis, entre otras. En nuestro país, datos relevados en el año 2004 demuestran que las enfermedades que más afectan a la salud son las relacionadas con las patologías del oído (54,8%) Por otro lado, males relacionados con el sistema respiratorio (20,6%), sistema osteomuscular y tejido conjuntivo (8,4%) como también traumatismos, envenenamientos y consecuencias derivadas de causas externas -5,8%- son otros que reflejan una realidad ciertamente preocupante.
Sin embargo, a pesar de estas cifras, si se establece una comparación con las que se elaboran periódicamente en los países con mayor índice de desarrollo, se advierte que la industria argentina muestra una cantidad de casos sorpresivamente baja. Esta situación lleva a pensar, evidentemente, que ciertas enfermedades detectadas en nuestro país no son calificadas como enfermedades profesionales, lo que genera una confusión al respecto.
Múltiples son las causas por las cuales se trata de un tema tan manipulado en nuestro país. Evidentemente, el sistema de aseguramiento que rige a la actividad laboral es determinante. Las ART, como toda compañía aseguradora, tienen como objetivo pagar la menor cantidad de indemnizaciones posibles, por lo que intentará calificar a ciertas enfermedades como ajenas al ámbito de trabajo y, por lo tanto, autoexcluirse en lo que a competencia respecta. A esto se suma que, exhibiendo un índice bajo en lo referente a enfermedades profesionales, el sector productivo adquiere una imagen que actúa como excusa para no realizar determinadas tareas preventivas que son, en definitiva, las verdaderas armas para luchar contra un flagelo que apunta, directamente, a la esencia del ser humano. Tampoco se debe dejar de lado que la legislación argentina no se encuentra actualizada en relación a una serie de enfermedades características de la posmodernidad y que se encuentran, según establecen especialistas del ámbito de la salud, en total relación con la actividad laboral. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud ha empezado a considerar a males como, por ejemplo, el stress, como una enfermedad factible de ser considerada de origen laboral. Esto aún no ha sido incorporado por las leyes de nuestro país y provoca que una gran cantidad de dolencias sean calificadas como ajenas a esta materia.
Es evidente que, en la actualidad, esta problemática se encuentra enfocada desde un punto de vista simplista, demasiado reduccionista si se tiene en cuenta el grado de complejización que ha adquirido el mundo en el último siglo. Es casi ilusorio pensar que una persona que trabaja en un radio cercano al Riachuelo, o que se encuentra en los alrededores de la estación nuclear de Atucha, o que se encuentra diariamente desarrollando sus actividades en el micro centro porteño –donde el nivel acústico supera ampliamente la media recomendable- no presenten algún signo en su salud que se relacione directamente con los niveles de contaminación que se advierte en estos casos. Teniendo en cuenta factores como estos, es evidente que surge la necesidad de un cambio en la concepción de concepto de enfermedad laboral. Y, por supuesto, realizar una revisión profunda tanto de la efectividad de las Comisiones Médicas que prestan servicio para las ART como, también, de determinados manejos provenientes de ciertos sectores que logran una manipulación importante en un tema más que sensible. Queda claro, entonces, que los argentinos no son los trabajadores más sanos del mundo sino, tan sólo, los más engañados.
Salomé Zamora