Cáncer ocupacional: un mal innecesario
El cáncer ocupacional fue el tema central de la III Semana de la Salud y Seguridad en el Trabajo. Sin dudas, un problema de alto riesgo que pone en jaque tanto al trabajador como al sistema productivo en general.
Desde le comienzo de la era industrial, hace ya más de dos siglos, las enfermedades profesionales se han convertido en una de las causas de siniestralidad laboral más importante. Si bien siempre se ha relacionado a ciertos males con el desarrollo de algunas actividades de trabajo, el avance tecnológico y el cambio que propició la actividad moderna han provocado que esta lista se encuentre en constante ampliación. Actualmente, el cáncer ocupacional es el que más alarma está provocando entre los especialistas en seguridad laboral y, por esta razón, fue uno de los temas centrales en la III Semana de la Salud y la Seguridad Laboral organizada por la SRT, que se desarrolló entre el 26 y el 28 de abril.
Según explicó Valentina Forastieri – Especialista principal en condiciones de trabajo, seguridad y salud ocupacional, oficina subregional de la OIT para Centroamérica, Panamá y República Dominicana- las cifras que posee la OIT –Organización Internacional del Trabajo- sobre accidentología laboral son alarmantes. Este organismo calcula al menos 270 millones de víctimas de accidentes de trabajo -300 mil de ellas fatales- y unas 160 millones de enfermedades profesionales, con un promedio de mortalidad de un 1,5%. En América Latina la situación también dista de ser la mejor. Se estima que en la región se registran 30 millones de accidentes laborales, de los cuales 39000 resultan fatales. Estos números representan una estadística alarmante, ya sea desde el punto de vista humano como también económico ya que, en nuestro continente, se aprecia una pérdida del 10% en el PBI a raíz de este tipo de siniestralidad. Forastieri resalta, además, el crecimiento que tuvo en las estadísticas el cáncer ocupacional: 50% en Europa, el continente más desarrollado. Serios problemas de infraestructuras y faltas reiteradas en los controles aparecen como sus principales causas.
Muchas son las sustancias utilizadas en diferentes ámbitos de trabajo y que son consideradas como causantes del desarrollo de ciertos tipos de tumores y cánceres. El asbesto, el amianto, los plaguicidas, las radiaciones solares y el humo de tabaco son algunas de las sustancias presentes en una gran cantidad de trabajos y que son identificadas como cancerígenas. A pesar de las investigaciones científicas desarrolladas en torno a este tema y de la difusión de muchos de sus resultados, estos productos continúan siendo parte de la rutina de millones de trabajadores en todo el mundo. El asbesto, por ejemplo, sólo fue prohibido en 25 países, entre los que se cuenta Argentina. A pesar de esto, no quedan dudas que nuestro país no se encuentra ajeno a esta realidad. Según explica Elena Matos –ex jefa del Depto. Carcinógenesis química y ambiental, consultora honoraria del Instituto oncológico Roffo- los resultados que arrojan las diferentes investigaciones desarrolladas por su equipo otorgan el mismo nivel de preocupación que se percibe a nivel internacional en torno a esta problemática. Argentina arroja una cifra de 290 mil muertes anuales como consecuencia de las distintas enfermedades de origen profesional; 55 mil de ellas son consecuencia directa del cáncer ocupacional. En el hombre, los tipos de cánceres más comunes son “el de pulmón, el de próstata, el colon rectal y el páncreas”, mientras que en la mujer los más importantes son “el de mama y el de útero”, enumera Matos.
La relación entre trabajo y cáncer no resulta novedosa en el ámbito de la medicina de la salud. Según explica Benedetto Terracini –Profesor experto en epidemiología del cáncer, Universidad de Turín y organismos vinculados a la investigación en salud- la primera epidemia de cáncer ocupacional se registró en el año 1975 en la ciudad de Turín, Italia. Este hecho contribuyó a que se empiece a estudiar a este fenómeno de una manera interdisciplinaria y lo colocó bajo la órbita de numerosas investigaciones en muchas partes del mundo. La vinculación, entonces, entre determinadas sustancias -amianto, asbesto, plaguicidas, entre otros-, con el cáncer comenzó a convertirse en una certeza. De todas formas, tal como lo explica Alberto González –Responsable de la Unidad de Nutrición, medioambiente y cáncer, Instituto catalán de oncología de Barcelona- desde principios de siglo se presentaron casos de tumores originados por la actividad laboral. En 1930 ya se registraban casos de cáncer entre los trabajadores expuestos al amianto, mientras que en 1940 se sugiere la relación de esta sustancia con el mesotelioma pleural, un tipo de cáncer de pulmón que afecta, principalmente, a la capa protectora de este órgano. Dos décadas después, se comienza a hablar de una especie de “epidemia” de esta enfermedad en distintas zonas mineras de Sudáfrica. El hecho no contó con una magnitud de casos como los vistos en territorio italiano en la década del ’70, pero en ese momento fue significativa y colaboró con en el incremento de investigaciones sobre el tema. A pesar de esto, entre los años 1990 y 1994 hubo una producción masiva de productos realizados a partir del amianto, muchos de los cuales como, por ejemplo, estufas, algunos tipos de techos y de sistemas de calefacción, son de uso cotidiano en el hogar. El principal problema del amianto radica en que, a diferencia de otros tipos de tumores en la actualidad, cuenta una sobrevida muy reducida, ya que el 80% de los enfermos muere dentro del año desde que se les diagnostica la enfermedad. Actualmente, está demostrado que el 61% de los mesoteliomas surge como consecuencia directa de la exposición al amianto, hecho que la convirtió en una enfermedad profesional reconocida por distintos organismos encargados de la regulación de la actividad laboral.
El asbesto es otra sustancia que tiene una secuela directa en la salud de los trabajadores. Al igual que el amianto, produce efectos nocivos sobre todo en el pulmón y la laringe, originando, de esta manera, distintos tipos de tumores. Según explica Laura Boujasson -Investigadora SCOP 93, Universidad de Paris 13, Francia- entre los años 1987 y 1990 se detectaron, en distintos suburbios parisinos, una notoria cantidad de cánceres de pulmón y laringe y, si bien la sospecha entre la relación entre el asbesto y estos cánceres estaba más que instalada, su reconocimiento como enfermedad profesional tardó en llegar. Actualmente está reconocida como tal.
Los plaguicidas son otras sustancias con efectos comprobados en la salud de los trabajadores. Según explica Soledad Duk Palacios –Profesora de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad de Concepción, Chile- la incidencia de este elemento es notoria, llegando incluso a generar malformaciones, alteraciones hormonales y endocrinas, problemas de fertilización y contaminación de la leche materna. El gran problema del uso de plaguicidas y pesticidas es que pueden llegar a generar modificaciones en la estructura del ADN provocando, incluso, la aparición de distintos tipos de cánceres entre los que se destacan el de próstata, el de mama y tumores líquidos como, por ejemplo, el linfoma y el mal de Non Hodgkings.
Evidentemente, se trata de un problema que, si bien puede afectar a distintos sectores de la estructura laboral, es más detectable en aquellos sectores con baja escolarización y capacitación, por lo que suele afectar a las capas más pobres del entramado social. Comprender la implicancia que este mal innecesario tiene en la estructura productiva de una nación puede llegar a ser un buen punto de partida a la hora de encarar su solución definitiva. Entender su valor social y ético debe ser, sin embargo, la verdadera fuerza motora en la erradicación de un problema que es responsabilidad de todos.
Salomé Zamora