Tres años de gobierno K
El próximo 25 de mayo Néstor Kirchner cumplirá tres años al frente de la presidencia de la nación. Más allá de los festejos populares previstos, representa una buena oportunidad para revisar una gestión en donde la economía asoma como el principal logro.
El próximo 25 de mayo, es decir mañana, se cumplirán tres años desde que Néstor Kirchner asumió como Presidente de la Nación. Un día, sin dudas, en el que el significado histórico y cultural de una de las dos fechas más importantes que nos identifican como pueblo cederá su protagonismo a lo que amenaza ser un festejo multitudinario y sumamente vistoso. El próximo jueves, la Plaza de Mayo se convertirá en el escenario elegido para que el gobierno demuestre cómo aquel 22% de legitimidad que ostentaba el día de su asunción se ha convertido en tan sólo un recuerdo, un número absolutamente lejano al casi 70% de imagen positiva que actualmente cosecha en la sociedad argentina. Este aniversario será, entonces, una demostración del poder construido, una constatación de lealtades políticas y una plataforma para su reelección en el 2007.
De todas formas, si bien se trata de un acto con voluntad meramente política, se puede convertir en una excelente oportunidad a la hora de recordar qué pasó en estos últimos tres años, un período que nació tormentoso pero que ha logrado instalar una estabilidad política y económica absolutamente insospechada por aquellos días del 2003. Si dudas, la economía se ha convertido en el gran logro de esta gestión y en el motivo principal por el cual gran parte de la sociedad continúa viendo al actual Presidente como la persona indicada para seguir comandando los rumbos del país. Si bien aún quedan temas importantes por solucionar, es indudable que se han visto progresos determinantes, sobre todo en la esfera macroeconómica.
El pago de la deuda que el país mantenía con el Fondo Monetario Internacional puede ser considerado como uno de los principales logros. Durante el 2001, Argentina debía a los diferentes organismos internacionales de crédito una suma de 143453 millones de pesos, cifra que marcó que en diciembre de ese año el país declarara el mayor default de la historia financiera internacional. Como consecuencia de la pesificación, en marzo del 2005 el país acumulaba una deuda de 191296 millones de pesos, es decir, un 32,4% superior a la que tenía antes de que estallara la crisis. Luego del “canje” y el pago total de la suma que se le adeudaba al FMI, dos decisiones importantes del equipo económico, quedaron vencimientos por 51900 millones, cifra que representa el 35% de los ingresos de nuestro país. Si bien aún restan compromisos crediticios importantes como, por ejemplo, el que mantiene con el Club de Paris, el gobierno ostenta el mérito de haber liberado nuestra economía de los lazos del FMI, una de las instituciones que más peso ha tenido en las decisiones político-económicas que llevaron a Argentina a la devacle financiera.
Otro de los temas que más relevancia ha tenido en los últimos tiempos en la estructura social de nuestro país es el de la desocupación. Si bien el desempleo surgió como problema real durante el gobierno menemista, encontró sus índices más altos en el 2002, año en que, como consecuencia de la crisis, se registraron los niveles más bajos de producción y PBI de la historia. En ese momento, la desocupación alcanzaba el 20%. Cuatro años después, alcanza un 11%, aunque la cifra llegaría en realidad al 14% si no se consideraran como empleados a aquellos que reciben diferentes tipos de subsidios por desempleo y pobreza. De todas formas, se proyecta para fin de año una tasa de desempleo cercana al 9%, cifra que no sería imposible de lograr manteniendo los volúmenes de crecimiento actuales, cercanos al 8%. Si esto realmente se concreta, estaríamos en presencia de una reducción de casi 10 puntos, hecho que colocaría al desempleo argentino por debajo de un dígito, el valor más bajo desde 1993.
Una problemática interrelacionada con el desempleo es el de la pobreza y la indigencia. Durante el período 2002-2003, las estadísticas indicaban un 52,3% de pobreza y un 26,5% de indigencia en la Capital Federal y GBA, aunque en el norte del país la cifra superaba el 70%. Tres años después, la pobreza en Capital y GBA llega al 30%, mientras que la indigencia al 10%. En el norte, a su vez, los valores oscilan cerca del 50%. Como se ve, tanto a nivel nacional como en las zonas más críticas los valores de la pobreza y la indigencia han mostrado una reducción de más del 20%, aunque es indudable que la cifra continúa elevada y debe ser considerada un problema de Estado.
Sin embargo, esta problemática nunca será abortada de manera eficaz si no se trabaja sobre la distribución del ingreso. Según datos del INDEC, durante el último trimestre del 2005, el 10% de la población más rica del país ganó 31 veces más que el 10% más pobre, datos que revelan una profundización de este problema que, según muchos especialistas en materia económica, es uno de los motores fundamentales a la hora de lograr un crecimiento parejo y sostenido. Entre fines del 2001 y el segundo trimestre del 2005, la diferencia se ubicó entre 25 y 30, lo que muestra un incremento inquietante para el gobierno, sobre todo teniendo en cuenta que siempre ha ubicado a la distribución óptima de la riqueza como una meta fundamental en su plan de recuperación económica. Una de las razones que pudo haber influido en este crecimiento de la desigualdad es la aparición de la inflación como un problema real en la economía argentina. Si bien la devaluación y pesificación asimétrica de principios del 2002 produjo un reacomodamiento de precios, el 2005 fue el año que marcó a la inflación como problemática central tanto para el gobierno como para los consumidores. La inflación correspondiente al 2005 fue del 12,3%, la más alta desde el 2002 y el doble que la registrada en el 2004. El factor fundamental para este incremento no fue una variación en el tipo de cambio de la moneda, ya que el dólar en ese período permaneció estable, sino una política de aumentos de sueldo que el gobierno instrumentó como recurso a la hora de fomentar el consumo, otro de los pilares de su modelo económico. Si bien la inflación fue la consecuencia más preocupante de estas medidas, también hay que decir que resultó efectiva a la hora de de incentivar el consumo. Según datos de enero de este año, tanto los supermercados como los shoppings mostraron una fuerte recuperación con respecto a igual mes del año anterior, con incrementos en sus ventas cercanos al 10%. Esto produjo un aumento del consumo que logró coordinarse con lo recaudado a partir del comercio exterior, que mostró crecimientos tanto en sus niveles de exportaciones -16%-, como en sus importaciones -24%-. La combinación de estas dos actividades hizo que el superávit del 2005 fuera de 19661 millones de pesos, cifra que establece un récord histórico y que representa el 3,7& del PBI argentino.
Sin dudas, la economía se ha transformado en el gran mérito de estos tres años de gestión K. Un dato sorpresivo, sobre todo teniendo en cuenta el contexto político-económico de hace tres años y los ya clásicos “ciclos” de nuestra estructura económica. El gran desafío será, entonces, lograr consenso entre los diferentes agentes productivos y sociales, consolidar el poder de las instituciones y definir, aún después de casi 200 años de historia, qué modelo de país se quiere construir.
Salomé Zamora