Sólo 1 de cada 3 jóvenes está preparado para el trabajo
El cambio de ministro de educación se produce en el marco de indicadores educativos inéditamente deteriorados. Instituciones internacionales señalan que el 18% de los adolescentes entre 15 y 19 años abandonaron sus estudios y, entre los que no lo hicieron, más de la mitad muestran una acumulación de conocimientos y destrezas que no superan los niveles mínimos requeridos para desempeñarse en el mercado de trabajo. Más que el fracaso del ministro que se va y de sus antecesores, esto pone en evidencia el fracaso de las políticas educativas.
Una de las principales preocupaciones del mundo desarrollado es el desempeño de sus sistemas educativos. El objetivo principal es procurar que la formación de los jóvenes se ajuste a las demandas del mundo del trabajo. En este marco, entre otras acciones se instrumentan evaluaciones con la finalidad de medir competencias y habilidades de lectura, matemáticas y ciencias. La evaluación más importante se denomina PISA que se realiza cada 3 años, en todos los países, entre los adolescente de 15 años.
PISA, entre otras ventajas, mide resultados educativos en términos de capacidades laborales y permite comparaciones entre países. Argentina participó en los años 2000 y 2006. Tomando la evaluación de competencias de lectura, los países de la OECD alcanzaron un promedio de aproximadamente 500 puntos, mientras que los resultados para Argentina y Chile fueron:
· En el año 2000 Argentina obtuvo 418 puntos y en el 2006 cayó a 374 puntos; Chile por el contrario aumento de 410 en el 2000 y a 442 en el 2006.
· Entre el 10% de la población estudiantil con peor rendimiento, en la Argentina el puntaje promedio cayó -23% mientras que en Chile aumentó el 6%.
· Entre el 10% de la población estudiantil con mejor rendimiento, en la Argentina el puntaje promedio cayó -5% mientras que en Chile aumentó el 10%.
Los datos muestran hasta qué punto el sistema educativo argentino está sumergido en el deterioro y la mediocridad. No sólo es muy significativo que el puntaje promedio cayó un 11% (desde 410 a 374), sino que la caída es generalizada. El proceso impacta con particular intensidad entre quienes mostraban el peor desempeño, pero también se extiende a los alumnos de mejor calificación.
Esto contradice el argumento de que el deterioro educativo tiene origen en factores externos, fundamentalmente el contexto familiar que influye negativamente en el desempeño de los alumnos que viven en hogares pobres. Los datos muestran que el deficiente desempeño educativo es muy intenso entre los pobres (seguramente donde las deficiencias de las escuelas se potencian con problemas de marginalidad), pero también entre alumnos que tienen entornos familiares más favorables. Otra evidencia de que muchos de los problemas son del sistema educativo es que Chile, con indicadores de desigualdad más intensos que la Argentina, ha logrado en 6 años mejorar el puntaje promedio de la mayoría de sus alumnos, tanto quienes tienen mejor desempeño –y que seguramente provienen de las familias más acomodadas– como de quienes registran los peores puntajes –y probablemente sean en su mayoría integrantes de hogares pobres–.
Son múltiples y complejos los factores que explican el fracaso educativo. Uno de fundamental importancia son las prioridades que se vienen aplicando en materia de gasto público. Durante la presente década, el fuerte crecimiento del gasto público –sostenido por una inéditamente alta presión tributaria– fue absorbido por el gobierno nacional y destinando mayoritariamente a subsidiar empresas públicas y privadas. La educación básica, al ser responsabilidad de las provincias, prácticamente no se ha beneficiado con el crecimiento del gasto público. El resultado previsible es un aumento en los indicadores de corrupción y una caída en los educativos.
Según la CEPAL, en la Argentina el 18% de los jóvenes de entre 15 y 19 desertó de la educación (y otro 15% está muy retrasado). Por otro lado, según la evaluación PISA el 58% de los alumnos de 15 años no tienen capacidades mínimas de lectura, un requisito básico para desempeñarse con relativo éxito en el mercado de trabajo. Esto quiere que decir que aproximadamente 2 de cada 3 jóvenes no llega a terminar la secundaria o no tiene capacidades mínimas de lectura para incorporarse productivamente en el mercado laboral.
Este proceso condena a un futuro con más decadencia y fragmentación social. Para revertirlo no alcanza con cambiar un ministro. Es fundamental comenzar a aplicar la Constitución en materia de distribución de recursos fiscales y producir una profunda transformación en los estilos de gestión que prevalecen en el sistema educativo.
Fuente: Instituto para el Desarrollo Social Argentino